La muerte sigue siendo cosa de vivos

Día de Muertos en Zacán, Michoacán

Para los purépechas “yacer en silencio” o uirucumani es pertenecer a la región de los muertos debajo de la tierra. Lo que hoy conocemos como Día de Muertos es una fecha significativa para este pueblo, ya que la transición de este mundo a otro es única y personal.  

Los purépechas, que en su lengua significa “los que caminan juntos”, son una cultura precolombina que habitan principalmente en la zona noreste de Michoacán. Su territorio se divide en cuatro regiones: Japóndarhu, Eráxamani,Juátarisi y la ciénega de Zacapu, donde se celebra un particular ritual de Día de Muertos.  

En el municipio de Los Reyes, bajo un clima muy frío que llega bajo cero, se encuentra mi pueblo, Zacán, una comunidad indígena con menos de mil habitantes, rodeada de cerros poblados de cedros y pinos, ojos de agua y riachuelos. Aquí contamos con un gran acervo cultural y muestra de ello son las innumerables festividades precoloniales paganas y religiosas como la Fiesta de las Ánimas.  

Comienza el 31 de octubre si se trata de niñas o niños y el 1 de noviembre para las y los adultos, y culmina el 2 de noviembre; en el panteón de la localidad se reciben a las ánimas de nuestros ancestros. Empieza a organizarse 15 días antes y la familia de las y los difuntos ahorra dinero para hacer una fiesta de dos días al gusto de quienes fallecieron. 

Desde días antes, en la casa donde habitó la o el difunto, los hombres van por leña para los fogones donde se pondrá a cocinar la comida para todo el pueblo. Estos platillos son especiales para el día: tatemado (mole) de res, arroz rojo, corundas de ceniza (tamal de maíz sin sal) y corundas de manteca (tamal con sal y manteca). 

También se alzan altares del tamaño de una habitación o de un patio. Familiares y amistades de quienes han muerto se encargan de sentar la estructura del altar y la gente del pueblo tiene la misión de complementarlo con fruta, dulces, comida, flores, ropa, calaveritas de azúcar o de chocolate, refrescos, cerveza o alcohol y pan (piezas en forma de muertito o coronas hechas en la panadería en un horno de leña con leyendas o frases para la ocasión).

Durante la noche del 31 de octubre inicia el desfile de los soldaditos: muchachos vestidos de blanco que “escoltan” a niños y niñas; después, se visten de negro el 1 de noviembre, el día de las y los adultos fallecidos. Para prepararse deben buscar caña en un solar (terreno donde hay matas de maíz) que servirá para simular un arma y hacer figuras mientras marchan, después acuden a la plaza del pueblo mientras tocan las campanas de la iglesia y posterior al trueno de un cohete se inicia el recorrido por los altares del pueblo.  

Al ritmo de los tambores y la banda de viento con sones y abajeños de la región, animan a que la gente del pueblo los siga y recorran todo Zacán.  

Ya en casa del difunto, la gente se va acomodando donde puede y cuando empieza el estruendoso ruido de los tambores, saben que deben abrir paso porque van entrando los soldaditos, y con ellos, el ánima de la o el difunto.

Hacen el recorrido primero marchando, luego bailando y finalmente corriendo por todos los rincones de la casa. A su paso pueden tirar cosas, hacer destrozos y arrollar a quien se les ponga enfrente, pues se trata de la energía del ánima que va dejando una señal de que estuvo ahí.  

Al finalizar el ritual, los familiares les agradecen con ponche de frutas, cerveza, tequila y nacatamales mientras los soldaditos dicen el nombre completo de la o el difunto, hacen un minuto de silencio y después continúan su recorrido. Y así hasta visitar la casa de las y los fallecidos ese año, no importa a qué hora terminen, la misión es “escoltar” a las ánimas para que lleguen con bien a su hogar. El récord es de 35 altares visitados en 2021. 

El 2 de noviembre, en punto de las 10:00 horas ya deben estar montados los altares en las tumbas, todo lo que se juntó el día anterior se lleva al camposanto para que se celebre una misa a mediodía. Nuevamente, toda la gente del pueblo se reúne y la convivencia dura todo el día, hasta caer la noche… hay quienes se quedan a velar, o quienes prefieren regresar a casa y continuar la fiesta ahí.  

Visitar el panteón ese día es un espectáculo de aromas, colores, sabores, sonidos y rituales. Las tumbas están tapizadas de flores de cempasúchil anaranjadas, botón de obispo color guinda, velo de novia blancas y todo tipo de rosas y claveles, así como velas, copal y tapetes de huinumo (hojas del pino).  

Desde niña, es una de mis fiestas favoritas, pues me gusta ayudar a mi pueblo en la elaboración del altar y la comida, llevar ofrenda a las casas y hacer el recorrido que narré.  

Para mí, el Día de las Ánimas o Día de Muertos va más allá de una celebración, es mantener vivos en el corazón los recuerdos de nuestros seres queridos que abandonaron este mundo, pero que desde el más allá nos recuerdan que la muerte sigue siendo cosa de vivos.  

Texto de nuestra pluma invitada:
Ana Lucía Morales Linares, delegación Michoacán 

4 comentarios

  1. Maria de los Angeles Márquez

    Muchas gracias por la nota, nos regalas un pedacito de la gran cultura y costumbres que tenemos. son de las cosas que nos hacen ser únicos en el mundo.

    1. Comunicación Interna

      María de los Ángeles, tienes razón, nuestras costumbres y tradiciones nos distinguen en todo el mundo; y la celebración de día de muertos más.

  2. María Dolores Rodríguez Tepezano

    ¡Hermoso texto!! Caray qué hermosa relación tiene el pueblo de Michoacán con la muerte. Es un texto muy bien narrado ¡Y mira que hablar de los purépechas! Felicidades a María de los Ángeles por el sentimiento que transmite con sus palabras, mil gracias por compartir, me encantó todo pero especialmente la entrada con vigor de los soldaditos que acompañan al alma del muerto que regresa… muy bello.

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