A mi papá… estés donde estés

Cuando somos adultos pocas veces expresamos nuestros sentimientos con naturalidad; nos callamos aquello que nos llena de alegría (o quizá, tristeza), lo que provoca que en ocasiones las personas que son importantes en nuestra vida se pierdan de esas palabras que también las podrían hacer sonreír. 

La historia que leerás a continuación es de René García Maldonado, colaborador en la Coordinación General de Recaudación Fiscal en oficinas centrales, quien le hace un reconocimiento a su papá y con ello nos recuerda que la edad no es un obstáculo para decirle a nuestros padres lo mucho que los amamos, estén en donde estén. 

Hablar del Día del Padre tiene dos sentidos para mí: por un lado, tener un hijo de 18 años me llena de alegría, orgullo, pero también, por qué no decirlo, en ocasiones de desesperación, intolerancia, frustración y hasta enojo. Somos seres humanos y nuestros hijos pueden ser lo mejor que nos ha pasado, pero también lo que más nos puede desesperar. 

En el otro extremo está la ausencia de mi propio padre, pues durante ya casi 22 años no he celebrado con él este día. Aun después de tanto tiempo, se le extraña mucho y aunque cualquiera pudiera decir: “Bueno, ¿qué tiene de particular?, es la historia de muchas personas”, y es cierto, pero en mi caso quiero compartir quién era él, tal vez cuando acabes de leer, entiendas por qué quiero que conozcas su historia. 

El licenciado René García Téllez nació un 13 de mayo de 1947. En 1952 le detectan, a su corta edad, artritis reumatoide (hay que entender que en ese entonces se desconocía mucho de la misma, por lo que desde muy niño empezó con dolores insoportables en su cuerpo). Gracias a mi abuela, doña Margarita Téllez, él empezó a practicar deportes como la natación y karate do, todo esto hasta que en su adolescencia sus articulaciones definitivamente estaban solidificadas y sus manos deformadas totalmente, por lo que ya era imposible seguir con esa actividad. Hasta donde me contaron, había muchas noches que gritaba de dolor; lo llenaron de cortisona y de ácido acetilsalicílico, mejor conocido como aspirina.

Para la preparatoria, estudiante de la famosa prepa 5 de la UNAM, sufría de acoso estudiantil por su estatura, por su deformidad, pero un jugador de futbol americano lo defendió de un grupo de porros que se estaba pasando mucho con el acoso. A partir de ahí se hicieron amigos y luego compadres; también desde entonces, mi padre fue apasionado de ese deporte. 

Por supuesto, ingresó a la facultad, fue aficionado a los Pumas de la UNAM (algo que me heredó) y acabó su licenciatura. A lo largo de su vida, le habían dicho que no podría tener hijos por todo el medicamento que le habían suministrado durante tantos años (no hay que olvidar que sufría de dolores en su cuerpo todo el tiempo); sin embargo, los médicos nuevamente se equivocaban. Su primer error fue decir que no llegaría vivo a los 10 años; el segundo, que no podría tener una vida normal, y el tercero, que no podría tener familia. Evidentemente se equivocaron. 

Durante muchos años la enfermedad no había evolucionado, inexplicablemente, se había detenido. Las ocasiones en que lo internaban, los doctores se sorprendían de que él tuviera la movilidad que tenía, de cómo se había adaptado a su enfermedad, por ejemplo, él usaba botines con cierre para que le presionaran los tobillos y no se le inflamaran tanto; para cerrar y abrir los mismos, usaba un gancho que enganchaba al seguro del cierre. También se sorprendían de cómo era capaz de vivir con tanto dolor, en ese entonces, los médicos me decían, y lo recuerdo perfecto, que cuando mi padre se llegaba a quejar de dolor, en las mismas condiciones otra persona ya estaba en cama totalmente inmóvil.

Mi padre fue un extraordinario bailarín, le gustaban las fiestas; era amante de los Tigres del México (béisbol), apasionado del futbol. Mi padre siempre tenía una sonrisa; uno de sus tantos consejos, que siendo honesto aún no he podido seguir, fue: “Siempre sonríe, una sonrisa abre mil puertas”. Quienes me conocen saben que eso no es lo mío aún, pero más allá de un consejo, el ejemplo era no darse por vencido nunca, pues aún con dolor y con las predicciones en contra, jamás dio un paso atrás, siempre hacia adelante. A sus 43 años tuvo que hacerse cargo de mí… pero esa es otra historia, y 10 años después de que llegué, lo perdí. Fueron 10 años solamente, pero los mejores de mi vida; hasta el último día me enseñó algo. 

El 2 de septiembre de 2000 estaba internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER); la enfermedad tenía un año de haberse reactivado y atacado finalmente los pulmones. Unas horas antes me habían avisado que no pasaría de esa noche y me pidieron firmar, si era mi deseo, que cuando entrara en paro, ellos le harían las maniobras para conectarlo a una máquina. No podía tomar la decisión y le pregunté: ¿Qué hago, papá?”, su respuesta fue: “No firmes, ya estoy muy cansado”… esa madrugada alrededor de las tres de la mañana dijo: “Vete a descansar, tienes que ir a trabajar”. Le respondí que no me movería de ahí, a lo que insistió: “Debes cumplir con tu deber y tu responsabilidad, yo estaré bien”. Sin saberlo serían las últimas palabras que escucharía de él y aún se me llenan los ojos de lágrimas tan solo de recordarlo, hasta el último día de su vida fue un ejemplo para mí. 

Yo no sé qué tan digno sea haber tenido un padre así, lo que sí sé es que son unos zapatos muy difíciles de llenar y que no pasa un solo día en que no agradezca haberlo tenido. 

Espero que en este Día del Padre hayamos disfrutado con cada poro de la piel a nuestros padres y, por supuesto, el ser padres, para que seamos el mejor ejemplo posible para nuestros hijos y fomentarles, suceda lo que suceda, aun con dolor, el seguir mirando hacia adelante. 

Te comparto la historia de mi padre para que, así como estoy orgulloso de él, nos sintamos orgullosos de ser padres y más de ser unos papás Infonavit. 

Feliz Día del Padre. 

Agradecemos a René la oportunidad que le da a este espacio de abrir su corazón y de permitirnos conocer más sobre él a través de sus vivencias personales. 

Si tienes algún comentario sobre su historia o quieres compartir la tuya sobre tu papá, adelante, la pluma y el papel son tuyos.

6 comentarios

  1. Enrique Aranda Gonzaga

    Rene un abrazo a la distancia. Sabes que te aprecio..hemos sido compañeros varios años….

  2. MARIA TERESA HERRERA MORENO

    Gracias por compartir esta historia que deja mucha enseñanza, seguramente desde donde tu padre está sigue mandando su amor para ti y tu familia, sin duda te llena de sus bendiciones.

    Un abrazo cariñoso!!!

  3. María Dolores Rodríguez Tepezano

    Buenos días, qué alegría empezar el día leyendo tan bella historia de perseverancia sobre la vida de su papá, René. Vaya un reconocimiento para usted por compartir con nosotros el amor y respeto por sus seres queridos. Muchos saludos para usted.

  4. Nidia Gpe Vargas Zuñiga

    Felicitaciones por tan bellas letras, me estremece la manera en que ovacionas a tu papa!; segura estoy que tranquilo se despidió, porque estaba consiente del amor con que te educo. Compañero recibe un abrazo respetuoso.

  5. Luis Fernando Chávez Peón Herrero

    Estimado René,

    Una maravillosa historia la de tu Señor Padre, nos concientiza acerca de la gran bendición que es tener a nuestros padres y el ejemplo que debemos ser para nuestros Hijos.

    Un fuerte abrazo.

  6. Corchado Fabila José Martín

    Muy bonito, gracias por compartir y ánimo¡¡

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