Vida o rutina

Seguramente cada uno de nosotros hemos tenido todo tipo de experiencias a lo largo de esta emergencia sanitaria por COVID-19. Y aunque hablar de ellas podría parecer agotador y hasta repetitivo, lo cierto es que no dejan de surgir en las conversaciones. Y es natural, más de un año en confinamiento y con noticias de alegría, incertidumbre o tristeza, nos han dejado una necesidad de transmitir nuestros sentimientos, pensamientos y reflexiones de lo que esta pandemia nos ha traído.

Y en este contexto, hay un tema que invariablemente la mayoría, si no es que todas y todos, ha vivido: el trabajo fuera de la oficina. Hoy nuestra compañera Liliana Guadalupe Lara Burgos, subgerenta en el Cesi Playa del Carmen, en la delegación Quintana Roo, nos relata paso a paso lo que muchos de nosotros hemos experimentado al trabajar en nuestros hogares. Léelo con calma y verás lo identificado que te sentirás.

Era marzo de 2020, inició la emergencia sanitaria por COVID-19, inició el confinamiento y dije: “¡Me voy a casa a trabajar, estupendo!” Pero lo cierto es que ni idea tenía entonces de lo que se venía, el cambio en todos los sentidos que tomaría mi rutina. El siguiente paso a seguir fue el protocolo de cuidado y el correspondiente para llevar los equipos de cómputo a casa.

Todo sucedió tan rápido que sólo pensé: “Estaremos en casa, será mucho mejor. Ya no correré para llegar y checar la entrada a tiempo, desayunaré en casa con calma, estaré con mis comodidades y, sobre todo, ¡disfrutaré de cada rincón de mi hogar!”.

Tenía que decidir dónde instalarme para trabajar, un espacio que resultara lo más cómodo posible o lo más parecido a mi lugar en la oficina, ¡pero no tenía escritorio, ni silla adecuada o cómoda, ni impresora, ni escáner, y estaba sola!, porque en mi caso, ya quedó atrás la época de los hijos en casa, lo que me permite vivir sola con pareja; tengo la oportunidad de disfrutar verdaderamente mi posición de mujer trabajadora, porque amo mi trabajo, que para mí es lo que le da sentido a mi vida profesional: disfruto atender a la gente, me apasiona conducirla, instruirla, apoyarla, dirigirla, escucharla. Así en mi carrera institucional, me he formado, he crecido y llegado a ser no una empleada, sino alguien que aporta a la causa de mi institución a conseguir el propósito para lo que fue creado.

Y bueno… regresemos a esa imagen de casa en pandemia. Me encontraba ya instalada en un espacio en el comedor, con una silla también del comedor y un internet con velocidad que sólo alcanzaba para ver Netflix.

Es entonces cuando viene lo bueno: 15 minutos después de la incomodidad de mi silla, comienzo a preguntarme ¿y el internet, la impresora, el escáner, el teléfono?, ¿cómo realizaré en tiempo y forma las actividades diarias?, ¿cómo podré conseguir trabajar así? ¡Jamás había pensado qué sucedería si trabajaba desde casa!

No obstante, el sentido de responsabilidad fue mayor, aunque la desesperación de no tener una buena o suficiente comunicación con los compañeros que permanecieron en el trabajo por no ser parte de un grupo vulnerable, no ser adulto mayor o estar al cuidado de hijos menores. Nos tendríamos que apoyar entre todas y todos, tal vez más ellos a mí que yo a ellos.

Quieres regresar corriendo a tu centro de trabajo. Porque a distancia, escribir no es suficiente, leer no es suficiente. Extrañas esa cercanía, ese contacto, esa manera de leer en los gestos, las miradas, las voces que hacen que tu centro de trabajo tenga vida, que tu vida tenga sentido profesional, humano y sea real.

Y en el silencio de la habitación ahí estoy, con el amigo o enemigo más grande que se puede tener: la mente, que con sus murmullos hace que la cabeza se vuelva loca de desesperación. Esto no lo pensé, no lo quería; no permitiría que sucediera, debo conservar el control, de mis pensamientos, hacer hábitos nuevos, intensiones nuevas… en general, un nuevo estilo de trabajar y de vivir, en un mismo lugar.

Mantener esa voluntad de sentirme bien por lo que hago, en casa y en el trabajo, pensar que no se afecte una con la otra, encontrar ser feliz con ambas para mantenerme siempre alerta y disponible para salir adelante.

Concentrarme y combinar cada actividad en su momento no ha sido fácil, aunado a las noticias, la información, las charlas con la familia y los vecinos, la escaza comunicación tan doliente que nos puede hacer llegar al límite de la cordura… y entonces recuerdo que hay un propósito: no decaer y continuar con fe y voluntad, porque afuera está la gente que espera de nuestro Infonavit respuestas, apoyos, beneficios y hacer parecer que nada es diferente, que no pasa nada, porque la labor que desempeño es esencial, entonces recargamos fuerzas y continuamos.

Y así comienza, el nuevo estilo de vida en pandemia, trabajando en casa.

Me levanto seis treinta de la mañana; los hábitos acostumbrados: pongo las noticias en el televisor: COVID, COVID, COVID… acabo por apagarlo para no llegar a enfadarme del mismo tema. Ya abajo en la cocina, pongo el cafecito, la casa huele sabroso y eso hace en mi mente una reacción de bienestar, ya para entonces siete treinta de la mañana y entonces abro mi máquina, la limpio como todos los días y de repente algo pasa: no se conecta la VPN. Recurro al teléfono, ¡que alguien me apoye, por favor! El problema se soluciona, fallaba el internet. Abro el correo electrónico y ya tengo 25 correos sin leer.

En eso escucho: ¡agua, agua, agua…!, salgo a la ventana y le digo al repartidor que hoy no, mañana. Sólo han pasado 10 minutos y ¡basura, basura! No he sacado la basura de la cocina y ésa debe salir cuanto antes, es decir, hoy. Corro al camión, regreso sudando, me aseo las manos y me doy cuenta de que ¡no traía cubrebocas! ¡Santo cielo, eso no debe ocurrir de nuevo! Me digo: “Si los aretes te hacen ver y sentir bella, el cubrebocas te hará sentir más segura, recuérdalo”. Tomo uno y lo coloco justo dentro de las cosas que uso para trabajar.

¡Caramba, las horas se van muy rápido cuando estás en casa!, ¿o es que estoy muy lenta, me distraigo? Pienso en todos esos detalles, no tuve el tiempo de considerarlos y así enfrentar la circunstancia del cambio de rutina, no es del todo fácil. “Dios mío, ayúdame a hacer lo mejor posible”, fue mi pensamiento inmediato.

¿Lo hacía bien antes?, ¿lo haré bien ahora?, ¿cómo voy a hacer que resulte?, me cuestioné.

“Lo haré, concluí, y saldrá bien”.

Terminó mi jornada de trabajo.

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¿Qué te pareció? ¿Cuántos de ustedes se vieron reflejados en esta historia?

Escribe en los comentarios y cuéntanos cómo ha sido tu vida con este nuevo esquema de trabajo, ¿qué has aprendido, te ha agradado, te has adaptado? Te leemos.

6 comentarios

  1. Isabel Gallegos

    Definitivamente hay muchos cambios en la forma de trabajar, de seguir el ritmo de los indicadores, las metas, el tener que revisar la información desde casa y darle seguimiento. En lo persona me ayudo el que los acreditados me contactaran por correo o por llamada, de repente sentí que perdí la habilidad de comunicar las ideas y ofrecer los apoyos para regularizar los créditos (ejemplo) la verdad mucho que aprender y más que nada lograr lo que no pensé que pudiera ocurrir, trabajar desde casa y no morir en el intento

  2. María Dolores Rodríguez Tepezano

    Hola buen día, leer su historia me ha agradado mucho. Saludos.

    1. liliana lara

      hola mucho gusto, saludos y es muy importante saber que puede uno agradar a los demás y asi caminar sabiendo que estamos acompañados, que no estamos solos en este camino. un abrazo

  3. Patricia Sánchez Garcia

    seguramente muchos estarán de acuerdo con las compañeras y muchos no estamos de acuerdo, en mi experiencia fue muy distinto y menos estresante, ya que seguramente también depende del trabajo que realicemos en el Instituto, en mi opinión, en casa ahorramos tiempo en el traslado lo cual podemos aprovechar para la familia, en cuanto al tiempo de lluvias es peligroso ir por la autopista a diario ida y vuelta es estresante, también es estresante encontrarse con manifestaciones en las calles; y para el medio ambiente la contaminación que generamos en cada salida, el gasto de gasolina y comidas que tienes que comprar cuando no te da tiempo de preparar tus alimentos para el trabajo, además de peligroso, un descuido en el trabajo te puede costar la vida y no solo la tuya sino la de tus seres queridos, y no hay vuelta de hoja.
    con respecto al trabajo en mi caso, cuento con un lugar específicamente para trabajo o estudio en donde tengo acondicionado para esas situaciones; el internet con el que cuento es muy eficiente, no se si se pueda mencionar la compañía, pero es T. Play, y en cuanto a los notarios que tengo que atender estuvimos muy bien comunicados vía correo electrónico, telefónicamente, vía whats app y en realidad estuve muy bien comunicada con mis compañeros de trabajo, gerente y notarios.
    por lo tanto a mi me encantaría que los que podamos trabajar de esta forma nos dieran la oportunidad de continuar de esta manera en home office y a los que les guste trasladarse a la oficina que así lo hicieran.
    saludos a todos.

  4. Israel Ocampo

    Gracia por compartir tu historia estimada Liliana, te mando un fuerte abrazo!

  5. María Gabriela Islas Salas

    ¡Buenos días!

    Con agrado decido compartir mi experiencia porque me ha permitido descubrir algunas debilidades generadas por el encierro y sentir que era peligroso salir de mi casa. En el 2020 me encontré algunos días con ansiedad y desesperación y la azotea era el lugar donde me sentía más tranquila gracias a la luz del cielo, el canto de las aves y el silencio porque en la Ciudad de México nos encontramos con ruido constante debido a los tantos autos que circulan día a día, el cielo no siempre es posible ver su color real por la contaminación.
    En el desarrollo de mi trabajo tratándose de reuniones por teams ha sido complicado en ocasiones por los ruidos del que pasa por la calle vendiendo productos de limpieza, distribuidores de gas, vendedores de tamales, de frutas y algo más; el ladrido y/o aullido canino, etc. pero uno busca la manera de salir adelante y concluir con ese compromiso.

    La pandemia me ha enseñado el verdadero sentido y valor de poder contar con un empleo, con amigos, con compañeros de trabajo, con mi familia, con los recursos para llevar una vida saludable y lo más encantador, jugar con mis hijos peludos “Perros” quienes de manera incondicional me aman y esperan cada cinco minutos, el abrazarlos y darles un masaje me brinda tranquilidad, alegría y amor incondicional.

    Cuando uno ama lo que nos rodea y permite sentir mayor felicidad, es posible brindar lo mejor de si en cualquier lugar.

    Les dejo una parte de paz y bendiciones, GRACIAS!!

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